22 enero 2011

Ser elegido

Los artistas somo unos pretenciosos. De las pocas cosas que he sacado en claro en el último par de meses, una es esa: la pretenciosidad del fotógrafo.

A los fotógrafos les gusta mucho hablar de sí mismos y de su obra. Les encanta presumir de conceptualidad, porque una foto borrosa es una expresión de su pequeña, inquieta y genial mente creativa, un movimiento de la cámara en el momento del disparo es una alegoría del paso del implacable tiempo, y una imagen fragmentada de su propio ojo es un reflejo de su atormentada psique. Un fotógrafo es un maestro antropólogo y un aguerrido justiciero que denuncia diversas situaciones.

Un fotógrafo no elige ser tal, sino que se le aparece una réflex en su más profunda fase REM y le anuncia que va a ser fotógrafo. Es como sentirse tocado por Dios, que le da el don de ser gafapasta, pedante e insoportable y le hace creer que es el mesias de Canon, Nikon, Sony y Pentax -todo a la vez- entre los hombres.

¡Venga ya!

Espero con impaciencia el día en el que se imponga la sencillez y la gente aprenda a ser humilde y a no decir que las cosas singifican cosas que no significan, que los que dicen que entienden dejen de decir que ven cosas donde no las hay y que paren de darle trascendencia a hechos intrascendentes.

Pero querido colega al que probablemente le vaya la profesión mejor que a mí, date una palmadita en la espalda esta noche, vete de fiesta, bébete una cervecita a mi salud y acuéstate esta madrugada pensando que lo estás haciendo de puta madre, porque imitar a lo conceptual es lo que está de moda.

Eres guay y lo sabes.



Elena comiendo gelatina con primer plano de nariz.

Si a alguien se le ocurre algo conceptual que lo diga y le cambio el título.

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